Con Ovidio, ese ser único, irrepetible, inigualable, son precisos burladeros en la Cámara para que los suyos puedan partirse el culo de risa a gusto, igual que en los juzgados de lo social casi fue preciso un receso en una vista para que los presentes pudieran digerir lo que dijo Ovidio Fernández: que como presidente que es de la Cámara, tenía facultad para modificar el acta del Comité Ejecutivo donde se trató el despido improcedente de un trabajador que le costó sólo 52.000 euros al órgano que preside Ovidio.
Pero atención, si así fue tienen que haber Libro de Actas, porque lo más probable es que Ovidio no pase de encender un ordenador.